Cuando somos pequeños nos adaptamos a nuestras figuras de cuidado para mantenernos cerca de ellas y garantizar nuestra supervivencia. Esto es conocido como “apego”.
En función de cómo reaccionen nuestras figuras de cuidado a nuestras necesidades en los primeros meses de vida, vamos a desarrollar un estilo de apego.
“[…]La teoría del apego es una forma de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a crear fuertes lazos afectivos con determinadas personas en particular y un intento de explicar la amplia variedad de formas de dolor emocional y trastornos físicos y mentales, que se producen como consecuencia de la separación indeseada y de la pérdida afectiva.”
Bowlby (1977)
ESTILO DE APEGO SEGURO
Todos los seres humanos nacen preparados para desarrollar un patrón de Apego Seguro.
Cuando la persona que cuida del bebé responde de manera adecuada a sus necesidades lo suficientemente bien (el 51% de las veces), la criatura desarrolla un estilo de apego seguro.
El patrón de apego seguro refleja lo que Main (1990) llama la estrategia de apego primaria.
Esta estrategia lleva al niño a la búsqueda de cercanía a una figura de apego cuya respuesta adecuada a las necesidades del niño permite que sea experimentada como refugio en momentos de alarma y como base segura cuya disponibilidad posibilite la exploración autónoma.
¿Cómo se desarrolla al crecer una persona con estilo de apego seguro?
- Imagen positiva.
- Expresa sentimientos y necesidades con respeto y empatía
- Pone los límites que necesita.
- Disfruta de la intimidad y cercanía de sus relaciones.
- Afronta los conflictos.
ESTILO DE APEGO INSEGURO
Cuando el adulto que cuida de la criatura no responde a sus necesidades como necesita, la criatura deja de realizar conductas de búsqueda de proximidad o exploración y modifica sus respuestas para adaptarlas a las de su cuidador. Estas estrategias se denominan estrategias de apego secundarias (porque surgen cuando la primaria no ha tenido éxito).
En este caso, la criatura despliega una estrategia de apego secundaria que consiste una desactivación (conductas de evitación, por ejemplo, apartar la mirada, rechazar el contacto físico, alejarse…) o una hiperactivación (conductas de aferramiento, por ejemplo, buscar desesperadamente el acercamiento físico, llantos inconsolables…estar cerca a toda costa) de las conductas de apego, dando lugar a los patrones o estilos de apego inseguros.
Inseguro preocupado:
- Una imagen negativa de sí misma y muy positiva de los demás.
- Piensa más en las necesidades de los demás que en las suyas.
- Valora más la opinión de los demás que su propio criterio.
- Necesita estar constantemente acompañado.
- Siente mucho miedo al abandono y a la soledad.
Inseguro evitativo:
- Una imagen negativa de sí misma o falsamente positiva.
- A menudo no expresa lo que siente, piensa y necesita.
- Le cuesta confiar en los demás y tiene creencias negativas sobre el mundo en el que vive.
- Tiene dificultades para disfrutar de la intimidad y comprometerse.
- Evita los conflictos.
APEGO DESORGANIZADO
También existe el apego desorganizado, esto viene dado a que las personas que les cuidaban:
- No eran “consistentes” en las respuestas que les daban de pequeños.
- Quienes les cuidaban, a la vez les maltrataban, abusaban de ellas o padecían una enfermedad que les impedia estar.
Conocer nuestro estilo de apego, nos ayuda a entender por qué a veces nos sentimos tristes, abandonados, amenazados o invadidos por algunas conductas de los demás
En terapia, proporcionamos las dos condiciones necesarias para establecer un vínculo de cuidado reparador, que permita a la persona actuar y sentir de formas que le generen menos sufrimiento y mayor libertad para seguir explorando desde la pertenencia y el afecto.
Refugio
Fomentamos la proximidad, el seguimiento y el mantenimiento de nuestros vínculos importantes en situaciones de peligro y momentos de alarma.
Cuando el ser humano se siente amenazado, no se refugia en lugar físico, si no que busca compañía que le pueda dar consuelo, explicar lo que sucede, dar cariño y protección.
Base segura
Desde la que es posible explorar circunstancias y experiencias novedosas o extrañas.
Cuando tenemos a nuestro alcance a una figura que nos aporta protección y apoyo, es decir, funcionando como base segura, es más probable que iniciemos conductas de exploración del entorno, nos atrevamos a probar cosas nuevas, o profundicemos en el conocimiento del mundo y de nosotros mismos.
Aumentando poco a poco la distancia física y emocional de la base segura, logrando una mayor autonomía, y dando la posibilidad de confiar en los demás, creando nuevos vínculos que nos sigan permitiendo desarrollarnos y crecer.
Hay muchas teorías y estudios que debaten sobre si el estilo de apego puede cambiar o no puede cambiar en la vida adulta.
Lo que nosotras sabemos y vemos día a día en terapia es que, en los vínculos afectivos, lo más importante son las experiencias de reparación. Y son tan potentes que cuando se dan estas reparaciones en las relaciones (por ejemplo, tras un conflicto), que no sólo cambian nuestra percepción de esa relación como más segura o confiable, si no que poco a poco van cambiando nuestras creencias sobre nosotras mismas, sobre los demás y sobre el mundo, permitiéndonos esperar cosas diferentes a las que hemos vivido.
La reparación es posible.